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Un mes de El Insurgente: un tren milmillonario que viaja semivacío


El cielo nublado de Toluca va a juego con la primera estación: Zinacantepec, una mole de cemento y metal de color gris. Un operario vestido con un mono azul está subido a un pedestal en la segunda planta de la estructura para soldar una parte de las escaleras, a pesar de que el Tren Interurbano México-Toluca lleva inaugurado desde el 15 de septiembre. Son los últimos arreglos de las cuatro paradas operativas —de siete previstas— de El Insurgente, el nombre que López Obrador puso a una obra que heredó de la administración de Peña Nieto (2012-2018), y que pretende unir en 40 minutos la capital del Estado de México con la del país. De momento, tras nueve años de construcción y más de 90.000 millones de pesos gastados, los únicos que lo usan son los toluqueños para ir de un punto a otro de su ciudad.


En la entrada de Zinacantepec, hay una solo máquina para sacar los billetes y una estrecha caseta blanca donde un trabajador los vende en mano. El precio es de 15 pesos, una tarifa promocional que estará vigente hasta junio de 2024, cuando se espera que las últimas tres paradas en Ciudad de México estén construidas para completar el recorrido. No se puede pagar con tarjeta, sin embargo, un moderno código QR es el método de entrada a los andenes. En la tercera planta, de cara a las vías, llega el moderno ferrocarril con los colores de la bandera de México, que pasa con una frecuencia de 21 minutos de 6.00 a 23.00.


Esperan la llegada de los vagones unos 30 miembros de seguridad totalmente vestidos de negro, que por poco casi sobrepasan a los pasajeros que se suben. Uno de ellos es Jorge Vargas, un optometrista de 70 años que vive a dos cuadras de la estación, que a pesar de llevar el nombre de Zinacantepec, está en el municipio de Toluca. “Me estresa manejar, sobre todo cuando voy a Lerma. Ahora utilizo el tren”, explica. De momento, el transporte solo va desde cerca de la casa de Vargas a las estaciones de Toluca Centro, Metepec y Lerma, que recorren el sur de la capital mexiquense.


Ataviado con un sombrero de paja y unas gigantes botas marrones, el estilo retro de Vargas contrasta con el de los cinco modernos vagones que componen este transporte. El interior cuenta con cómodos asientos de color beige que dan capacidad para 719 personas. Apoyado sobre el reposabrazos metálico, el optometrista cuenta que ha tomado el tren “como diez veces”, sobre todo cuando fue gratis en los 15 días posteriores a la inauguración. Casi no se le oye por la música sinfónica mexicana que sale a todo volumen de un pequeño monitor que anuncia la llegada a la siguiente parada, Toluca Centro.



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